CONFESIÓN AL DIOS ALTÍSIMO EL SANTO DE ISRAEL, PARA SER BAUTIZADO Y NACER DE AGUA Y DE ESPÍRITU.
Yo te invoco Dios Altísimo y omnipotente, tú que eres El Principio y el Fin, El alfa y la Omega, Señor de Señores, Rey de Reyes, Él único Dios Viviente, te invoco en el Santo y Poderoso nombre de tú hijo amado Nuestro Señor Jesucristo, vengo con mi Espíritu, alma, mente y corazón para consagrarlo a ti solamente mi Señor, yo te pido y te suplico que atiendas mis oraciones, ten misericordia y clemencia de mí, vengo con mi corazón y mi espíritu muy dispuesto para ti, me arrepiento de todos mis pecados, renuncio a toda mi vida pecaminosa, hazme una nueva criatura libre de pecado y maldiciones, colócame bajo tu protección, lléname de sabiduría y entendimiento de tu santa palabra, te ruego en el Santo y Poderoso nombre de Nuestro Señor Jesucristo que me perdones todos mis pecados, que me laves y me limpies a través de la preciosa sangre de Nuestro Señor Jesucristo, la cual derramó por mí en la cruz del calvario, te suplico Dios mío que nunca permitas que yo me aleje de ti, que siempre esté bajo la unción y el poder del Espíritu Santo, no permitas que me aleje de la unción del espíritu Santo para estar siempre en una comunión y relación viva y permanente contigo Dios mío, obra en mi, para la honra y la gloria de tu Santo nombre, siempre que se haga tu santa voluntad en mi vida, en ti confío Dios Todopoderoso Santo de Israel.
Yo confieso con mi boca ante Ti Dios Todopoderoso, que Jesucristo es él hijo de Dios y que Jesucristo es el Señor y Salvador de mi vida, creo firmemente y fielmente en mi corazón que Nuestro Señor Jesucristo al ser bautizado en el Río Jordán por Juan el Bautista, tomó todos los pecados de la humanidad desde Adán hasta el último ser humano nacido de mujer, cargó con los pecados de la humanidad, fue apresado, torturado, azotado y crucificado, derramó su sangre hasta la última gota para limpiarnos del pecado y con su muerte en la cruz del calvario, quitó el pecado de una vez y para siempre de la raza humana, descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos y se sentó a la diestra del Dios Todopoderoso, Yo acepto a Nuestro Señor Jesucristo como Él Señor y Salvador de mi vida. Amén y Amén.